2010 – Las Raíces

Introducción

Bello fue encontrarse en el Ecuador. De los 11 escritores extranjeros que llegaron al Ecuador a casi todos conocí en otras circunstancias: A Eloy Sánchez Rosillo y Vilma Tapia en Oaxaca, ciudad mexicana donde se daba el hermoso encuentro “Poetas del mundo latino”, organizado por el extraordinario poeta Marco Antonio Campos; a José Luis Díaz Granados, Carmina Estrada, Víctor Cabrera y Margarito Cuellar en Bogotá, en el hermoso Festival de poesía, organizado por el poeta Rafael del Castillo, a Isla Correyero en la espléndida ciudad de Salamanca, en España, en el Encuentro de poetas organizado por la Universidad de la ciudad, a Mario Meléndez, en Santiago de Chile, en el Encuentro internacional de Escritores de la SECH. De Malú Urriola, a quien no conocía personalmente, tenía serias referencias de la gente en quien más confío y quiero, a Victoria Guerrero y a Margalit Matitiahu me recomendaron sus nombres y nadie se equivocó.

Decidí traerlos a la “patria pequeña” desde sus países de origen para que sean protagonistas, junto con algunos poetas ecuatorianos, de un bello tiempo de poesía y apertura del telón de los sentidos. Un bocado de nuestra suculenta realidad, siempre terrible y bella, siempre poetizable y banal.

Los ecuatorianos Carlos Eduardo Jaramillo, Nelly Córdova Aguirre, Marialuz Albuja, Julia Erazo Delgado, María de los Ángeles Martínez, Augusto Rodríguez, Siomara España, Hugo Jaramillo, María Fernanda Espinosa, Raúl Vallejo Corral, Edgar Allan García, Freddy Peñafiel, Carlos Garzón Noboa, Antonio Correa Losada (colombiano que vive y se habita en Ecuador) y  Carmen Inés Perdomo fueron una delegación de agallas y arrestos muy fuertes. Y aunque el nivel estaba por los aires había que tomar al toro por los cuernos. Fue lo que se hizo desde el principio, desde que un domingo nublado partimos a la Ciudad mitad del Mundo, gracias a una bella invitación del consejo Provincial de Pichincha. Allí los poetas leerían en medio de los dos hemisferios sus poemas cortados por el viento del equinoccio. Allí comenzaron a disparar el plomo de las voces, allí se comenzó a ver al poeta desde adentro y desde afuera, desde sus tímidas sonrisas, hasta sus más oscuros y desparpajados versos. 

Este año, Paralelo Cero y las voces juntas de los poetas, rindieron justo homenaje a uno de los escritores mayores de nuestra tierra: Jorge Enrique Adoum. Nuestros  corazones laten todavía, minúsculos pero vivos, como en aquellos días de 2010 en que cada verso ardía para iluminar el recuerdo de Jorgenrique, para decirle que aquí estamos, “aguantones”, buscando ser cada día más justos con todo lo que nos ha dejado.

La visita
(Capítulo de novela)


Llamo a la puerta.
-Quién es, pregunto.
-Yo, contesto.
-Adelante, digo.
Yo entro.
Me veo al que fui hace tiempo.
Me espera el que soy ahora.
No se cuál de los dos está más viejo.

Participantes

Nacionales

ECUADOR

  • Albuja Marialuz
  • Córdova Aguirre Nelly
  • Correa Antonio
  • Erazo Delgado  Julia
  • Espinosa María Fernanda
  • Estrella Ulises
  • García Edgar Allan
  • Garzón Noboa Carlos
  • Jaramillo Carlos Eduardo
  • Jaramillo Hugo
  • Martínez María De Los Ángeles
  • Peñafiel Larrea Freddy
  • Perdomo Carmen Inés
  • Rodríguez Augusto
  • Vallejo Corral Raúl

Internacionales

MÉXICO

  • Efraín Bartolomé
  • Cuéllar Margarito

COLOMBIA

  • Díaz Granados José Luis

PERÚ

  • Guerrero Victoria

ISRAEL

  • Ernesto Román Orozco

ESPAÑA

  • Correyero Isla
  • Sanchez Rosillo Eloy

CHILE

  • Melendez Mario
  • Urriola Malú

BOLIVIA

  • Tapia Anaya Vilma

Auspiciantes

  • ELANGEL Editor
  • Casa de la Cultura Matriz “Benjamín Carrión”
  • Ministerio de Cultura del Ecuador
  • Círculo Femenino de Cultura de Esmeraldas
  • Dirección de Cultura de Esmeraldas
  • Municipio de Otavalo
  • Embajada de España en el Ecuador
  • Embajada de Israel en el Ecuador
  • Consejo Provincial de Pichincha
  • Ciudad Mitad del Mundo
  • Sociedad Ecuatoriana de Escritores

APRECIACIONES SOBRE LA POESÍA ECUATORIANA EN EL MARCO DEL SEGUNDO ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POETAS EN ECUADOR “POESÍA EN PARALELO CERO”

Prensa

Un poeta

El profesor  

En la última visita del Paralelo Cero al colegio Tomás Moro, donde doy –o intento dar– clases de Literatura,  el poeta argentino Leopoldo Castilla, autor de más de treinta poemarios, nominado al Premio Reina Sofía por la Academia Argentina, mientras comemos un sánduche y bebemos café,  desde el fondo de sus viajes y todos sus encuentros, con un tono de voz ronco y desenfado, me dice:

–Che… ¿vos me podés hacer un favor?

 –Usted diga, maestro

 –Lee un poema diario a tus alumnos, antes de empezar la clase, así, al fin del curso, habrán oído…no sé, ¿doscientos poemas?

(Que me disculpe Javier Bozalongo, que compartía con nosotros el refrigerio  y sobre todo me disculpe El Teuco Castilla, si he alterado algunas palabras). 

¡Qué idea!: provocar un breve y cotidiano acercamiento del adolescente a la palabra que es ritmo, emoción, imagen, objeto y también historia; a la mirada particular que atraviesa el libro de poemas pero parpadea poco, casi nunca, cerrada en las estanterías de bibliotecas colegiales y librerías. ¡Y provocar un profesor que sea lector de poesía!

Acaso es mejor –o más urgente– lo segundo.

 

El viaje

En la misma visita, otro gran poeta, Javier Bozalongo, profundo conocedor de las preferencias y efectos en el auditorio de secundaria, con el acento que en esta parte del mapa de la lengua ya resulta exótico, vuelca un par de poemas eróticos que anclan en la silla a los mejores futbolistas –esos que van a clases con pupillos y tienen en la mochila un espacio para la pelota–   y paralizan a las profesoras de química  y matemática.  Voz y poema se derraman en el espacio y se adhieren a los cuerpos, te ponen los pelos de punta, te quitan el aire, como si los estuvieras diciendo tú: y entonces ves la frágil cometa y el caballo azul, el páramo helado y la lenta   caída   de la hoja.

Acabado el poema, chicos y profesores vuelven de la hipnosis, atropellan la puerta de salida, hacia la cancha, la cafetería, a recuperar el cuaderno para terminar de hacer el ejercicio antes que suene el timbre y ahí sí la licenciada…

Pero en al auditorio ocurre algo, aún. Cuatro estudiantes, como espantados cachorros, dan pasos inseguros, un poco en círculo, un poco el uno frente al otro, esperando que los escritores terminen de guardar sus libros en bolsas de tela obsequiadas por el colegio y que ellos tan efusivamente agradecieran –son como niños, los poetas, a veces son como niños, sí señor– los esperan, digo, y se acercan para conversar sobre cualquier cosa, para pedirles un texto, si lo tienen suelto, contarles que a veces escriben, que les encantó el poema de la cebolla, que quieren abrazar a Bozalongo, cómo no.

 Y alguno de estos tímidos adolescentes, ya después de despedirse, camino a la clase o al bajarse del bus en la esquina de la casa, acaso empieza a entender que quiere y es posible apostarle a la poesía.

  Sebastián Armas

Manuscritos

LA REVISTA “PUNTO DE PARTIDA”

UNAM, México, No. 160

Monográfico dedicado a la Poesía Ecuatoriana

13 poetas ecuatorianos

La revista “punto de partida”, que publica la Universidad Autónoma de México (UNAM) para los estudiantes universitarios, acaba de publicar un monográfico sobre la nueva poesía ecuatoriana escrita por jóvenes. La revista fue presentada en el marco del “Segundo Encuentro Internacional de poetas en Ecuador Poesía en paralelo cero 2010”. Carmina Estrada, la editora llegó hasta el Ecuador junto con los poetas participantes del Encuentro, desde México, para presentar la revista en las ciudades de Quito, Otavalo y Esmeraldas, en donde se desarrolló el encuentro de poetas.

Por Carmina Estrada
Editora de la Revista

¿Cómo se reinventa un país atravesado por una línea imaginaria? ¿Qué carga simbólica tiene para sus habitantes vivir justo en la mitad del mundo? No sé si este tema, de por sí poético, permee la poesía ecuatoriana, pero sí observo que el arraigo, la mención del espacio –la casa, el campo, la playa, la ciudad, la página– es un motivo en la obra de estos jóvenes antologados por el también poeta Xavier Oquendo para este número de Punto de partida.

 

La literatura ecuatoriana ha sido, según se infiere de la presentación del antólogo, invisibilizada  hacia el exterior por distintos factores, entre ellos el boom latinoamericano y el peso de nombres y obras gigantescas como las de Vallejo, Borges, Neruda y Huidobro.  En números anteriores, esta revista ha atisbado en la producción joven de aquel país, con la publicación de escritores como Juan José Rodríguez (Ambato, 1979), Wladimir Zambrano (Guayaquil, 1984) y Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977). Esta vez, abrimos la ventana de par en par para mostrar este grupo de poetas nacidos en los años setenta y ochenta.

 

Javier Oquendo ha preparado una antología variada y redonda, basada en la búsqueda de estilo, entendido éste como una voz poética clara, propia, diferenciada. En su texto de apertura, Oquendo hace un recorrido puntual por los distintos momentos de la poesía  ecuatoriana, desde la colonia hasta la actualidad, y expone ampliamente su ánimo: a la hora de seleccionar a los autores, pretende “no llover sobre mojado”, busca “estilos, no nombres”. Los poetas que conforman la muestra tienen todos una trayectoria en el mundo literario ecuatoriano, varios libros publicados, y son, a decir del antólogo, “13 voces distintas entre sí […] voces cultivadas en estilos definidos y distintos.”

 

Aparte de los poemas incluidos, cada uno de los autores abre su sección con una breve poética, a manera de carta de carta de intención. Es así que, por ejemplo, Freddy Peñafiel elige la prosa,  cuenta  su camino y remata con una frase que describe su visión del quehacer poético: “La poesía tejiéndose como colcha de pueblo, con retazos de colores, de todos los colores”, Siomara España habla de “la búsqueda de la armonía entre la palabra y el sonido; Carlos Garzón cincela su Vanidad, dedicado a Rimbaud: “Página en blanco / aún no soy digno de ti”;  Julia Erazo opta también por un poema y abre camino a la abstracción que parece motivo en ese su decir de austera belleza: “Soy la cena / un solo cubierto en mi mesa”.

 

La selección de Oquendo se mueve en el terreno de los contrastes, por un lado, por ejemplo, el infierno como avalancha en los versos ágiles de Pedro Gil frente a la cadencia de los versos desgarrados de Marialuz Albuja; la fuerza del dolor en Augusto Rodríguez: “La palabra es un cuerpo enfermo que siempre expulsa frutas quemadas” frente al lenguaje directo, transgresor, de Ángeles Martínez. O la contraposición entre el canto a la supervivencia de Ana Cecilia Blum: “cuando estoy entera / me sostengo / me soporto / si apenitas me riego / me colecto”, en contraste con la innegable pulsión de muerte en Carolina Patiño: “Tan cansada de estar aquí / con todos estos miedos sin infancia / me voy sin perdurar”.  Con enorme acierto, el antólogo selecciona este poema de la joven y lo ubica como una poética póstuma.

 

Así, la selección final quedó  integrada por siete hombres y seis mujeres (proporción que sorprende gratamente, he de decir….). No sé si se trate de la intención del compilador o sea reflejo de la situación –ojalá sea así–, lo que sería entonces una particularidad de la nueva poesía ecuatoriana.

 

Como complemento al texto –a veces por contraste, otras en franco paralelismo—destaca la obra e la artista digital Lorena Cordero, quien comparte generosamente con nosotros reproducciones de dos series de piezas fotográficas ampliadas en micro cerámica: una de carácter urbano, con cierto toque onírico, y otra de retratos manipulados con efectos dramáticos. La propuesta estética de Cordero cierra el círculo: poesía e imagen del Ecuador,  un país en la mitad del mundo,  umbral difuminado al norte y al sur.  

 

Esta muestra nutre la serie de monográficos dedicados por la revista a la literatura de habla hispana de distintas latitudes o regiones de la República Mexicana, que a la sazón suma la obra de jóvenes andaluces, colombianos, chiapanecos, tabasqueños y coahuilenses, amén de una serie de dossiers como los dedicados a las letras del Cono Sur y de la ciudad de Los Ángeles, o al Taller de París, creado por Martín Solares en el Instituto de México y acogido posteriormente por el Instituto Cervantes.

Recuento sobre las sedes.

El Encuentro llegó también a la ciudad de Otavalo. Los poetas pudieron saborear el paisaje andino y las artesanías de uno de los mercados más famosos del mundo, así como la magia ancentral y mítica de las lagunas de la provincia de Imbabura. El Municipio de Otavalo organizó un acto de gran trascendencia para la provincia. La poesía tronó en la ciudad.

 

El poeta Aníbal Fernando Bonilla, concejal del municipio de Otavalo dije:

 

En Otavalo se escuchó con atención y de viva voz la creación de 12 poetas provenientes de México, España, Colombia, Chile, Perú, Bolivia, Israel y desde luego, Ecuador. El tiempo se detuvo a través de los demiurgos de los vates invitados. El público asumió como suyos las estrofas leídas desde la entonación rítmica de los deseos y desdichas…

 

En Esmeraldas los poetas invitados sintieron el sonido terso de la marimba y los arrullos, la voz tronante de las cantantes éperas y la danza de la negritud. El mar fue un compañero fiel en esas dos noches de encuentro en donde se agolparon en el teatro de la Casa de la Cultura “Nelson Estupiñán Bass” unas 500 personas que estaban deseosas de escuchar la poesía. La alcaldía de la ciudad nombró a los invitados “Huéspedes de honor de la ciudad” y se respiró un aire de verdadera fiesta entre el convivir cotidiano de una ciudad que bulle en mezcla con la palabra poética de hispanoamérica.

 

 El poeta Carlos Garzón dice:

 

“Creo que este encuentro aparte de demostrar la calidad de nuestros poetas puso en evidencia la cordialidad única hacia los extranjeros que caracteriza a los ecuatorianos.”

 

Por su parte el escritor Edgar Allan García díce:

 

“…la variedad de escenarios y regiones lo vuelven sumamente atractivo no solo para los poetas que vienen, que gracias a ello tienen la oportunidad de conocer algo de la enorme diversidad social, cultural y geográfica de nuestro país, sino que también resulta muy atractivo para los habitantes de los lugares a donde van los poetas invitados, pues en las provincias no conocen ni el tono ni los temas ni los protagonistas de la nueva poesía hispanoamericana, y ello  siempre resulta un sacudón respecto de sus expectativas y su propia forma de concebir y hacer poesía.”