2009 – La semilla

Introducción

“Sin esperanza, con convencimiento”, dijo alguna vez el poeta Ángel González. Y acaso Paralelo Cero nace desobedeciendo, con la desobediencia limpia del futuro, el mandato de este poeta: el año 2009, el festival nace, sí, con convencimiento; pero también con esperanza. Veintiún poetas se reúnen en Ecuador, convocados por una voz que no podrían rechazar: la voz de la poesía amándolos antes de que existiera todo tiempo.

Más de ocho mil espectadores de varios rincones del Ecuador sintieron el tacto de sus voces cómplices y de sus palabras, extendidas por las calles de Quito y los volcanes silenciosos de la mitad del mundo.

Este año, semilla y comienzo.

ONTOLOGÍA DE UNA AMISTAD

Mis amigos son unos malhechores, convictos de atrapar sueños al vuelo, que aplauden cuando el sol se trepa al cielo y me abren su corazón como las flores.

Joan Manuel Serrat.

Conocí a Xavier Oquendo Troncoso en Bogotá, año 2008. Ambos fuimos invitados al Festival Internacional de Poesía de la capital colombiana. Él representaba, por supuesto, a Ecuador y yo a Venezuela. Ambos tuvimos la posibilidad de recorrer Bogotá; hablar de algunos poetas en los cuales coincidían nuestros sentimientos y la claridad de esas comunes rosas que nacen de la complicidad y del afecto que, con los años, serán inquebrantables. Fuimos a la librería Lerner de La Candelaria. Caminábamos desde la Avenida 19 del centro de la ciudad neogranadina hasta la Casa Silva, en cuyo recinto nos íbamos a encontrar con nuestra única reina: La poesía. Esa semana adquirí la antología poética de Eugenio Montejo (Venezuela, 1938-2008), con el título de Alfabeto del mundo, editado por el Fondo de Cultura Económica de México, igualmente un hermoso CD también del FCE en el cual está contenido, en su voz, el luminoso poemario, El azul de la tierra. Verdaderamente, hablé de Eugenio, pues nos unió un profundo cariño y una sólida amistad, con mi nuevo amigo poeta: con Xavier.
Año 2009. Xavier me invita a abordar la bella nave de su sueño: el primer encuentro “Poesía en Paralelo Cero”. Y yo, sin pensarlo dos veces, acepté la aventura. Compartiríamos con grandes voces de la poesía hispanoamericana, como el poeta mexicano Efraín Bartolomé, quien se hizo acompañar, como siempre, de su Guadalupe, su virgen sentimental y a quien ha dedicado los rezos más hermosos que sólo entre ellos se hacen poesía y música. Luego descubrí que el poeta Bartolomé es un sagrado y generoso grial de conocimientos que, sin pretensión ni dosificaciones, compartió con sus amigos. Con afecto entrañable, recuerdo también al maestro Francisco Morales Santos, una de las voces más preclaras de la poesía guatemalteca, con quien compartimos una cercanía espiritual, y juntos reflexionamos tanto sobre esa ontología latente y a espera de nuestro llamado. De España asistió un joven poeta, ávido de compartir todo lo que se nos presentara más allá del bien y del mal, Rafael Espejo Muñoz, con quien retomamos la proclama de Museo, hijo de Orfeo, el cantor mítico de Tracia: Cantar/ es el más dulce placer/ de los mortales. Y cantamos hasta un amanecer que en cada uno de nosotros descorrió las cortinas al sol. Xavier y Julita, como anfitriones, fueron los primeros en colocar su astro diurno sobre la mesa y así lo hicimos todos. Las botellas, ya vacías, comenzaron a rodar por los suelos del cielo. Y un digno representante de Colombia, mi hermano Federico Díazgranados, quien por compromisos en su país, no pudo hacer la hermosa gira. Pero hubo una noche de transparencias líquidas, billar y karaoke que signó nuestro reencuentro, nuestra inquebrantable amistad. Recuerdo claramente que ese día Federico nos daba una inesperada noticia: Muere en Bogotá el gran compositor del vallenato, Rafael Escalona, Y, esa noche Federico, inequívoco hijo de Colombia, en natural asonancia y afonía revestidas de ternura, interpretó varias de sus canciones. Todos nos unimos y celebramos al glorioso arquitecto de La casa en el aire.

Éramos un pequeño grupo de hermanos vagabundos, dispuestos a llevar su poesía a cualquier lugar de Ecuador. Y así lo hicimos. Partimos desde Quito, en un microbús, hacia Ambatos, Latacunga, Cuenca y Guayaquil. En cada ciudad, la experiencia fue particularmente luminosa. Puedo y debo decirles que jamás me había tropezado con un público tan respetuoso. Y, sobre todo, con una capacidad de reflexión y de interpretar las distintas voces que atendían con silencio sagrado, con blindaje de un crisol de equilibrada adrenalina. Y, por supuesto nosotros, los invitados, compartimos con reconocidos poetas de las distintas regiones intercambiando libros y calurosos saludos. En este sentido y sin querer obviar cada una de las experiencias donde hacíamos estaciones, hago mención especial de mi experiencia en Guayaquil, a cuya tierra nos une un héroe común de la canción popular latinoamericana: Julio Jaramillo, en torno a cuyo personaje, en mi país se ha creado la leyenda urbana que tiene como único contenido haber dejado un hijo en Caracas que es su vivo y propio retrato. Si esto es verdad, JJ -como le dicen en Ecuador-también es venezolano. Estuve en la cuna de quien también popularizara, en una hermosa y fina versión al bolero, el emblemático tango Destellos, letra de Juan Andrés Caruso y música de Francisco Canaro y cuya interpretación originaria fue –y aún la canta- nada más y nada menos que del varón del tango, Julio Sosa: Yo he sabido otras veces beber/en la fuente de sus labios rojos/ y a la luz de sus lánguidos ojos/ muchas noches de amor/ me embriagué/ pero amigos,/ ella me olvidó/ en el fino cristal de esta copa/ me parece que veo la boca/ que mil veces/ mi boca besó/. En mi recorrido por ese país, muchos poetas me impresionaron, pues en cada una de esos territorios, hay aedas que honran la historia y obra literaria de César Dávila Andrade y de tantos otros maestros que signaron rutas en la poesía de nuestra lengua. Quisiera mencionar, sólo para no extenderme, dos nombres de la poesía ecuatoriana hecha por mujeres: Sara Vanegas Coveñas y Maritza Cino Alvear y, valga particular agradecimiento al poeta Oquendo y a los organizadores de la actividad en Guayaquil, pues fue con Maritza, con quien me correspondió compartir mi lectura. Otra coincidencia que me une a Guayaquil, es su entrada: hay que atravesar un puente sobre un equilibrado lago, su clima caluroso, la jovialidad y cercanía inmediata de su gente. Nací en Cabimas, estado Zulia, segunda ciudad de una región costeña también y, para llegar a Maracaibo, su capital, hay que atravesar el emblemático puente sobre un lago, no tan equilibrado y pulcro como el Río Guayas.

Ya finalizada aquella fiesta de la poesía, el avión en el cual regresaría a Venezuela, salía dos días después; es decir: me correspondía estar unas horas más en Quito. Nos sentíamos a merced de esa soledad tan vasta y que aprendimos a remediar entre flotantes silencios, reflexionando sobre todo lo vivido. Se me viene un poema de Sara Vanegas que describe esa sensación de tristeza tranquila y –sobre todo- muy terrenal: cuando los pájaros/ se fueron/ quedaron huecos oscuros/ en el viento. Xavier, en esos breves días me hizo parte de su familia y salimos a pasear Ecuador. Fuimos a un parque, para lo cual tuvimos que subir a un teleférico. Quito fue el paisaje de voces que compartieron sus autores, que desconchaban noches de néctares indescriptiblemente ensoñadores, en la plaza Fosh. Noches de antorchas que trataban de imponerse al frío. Y, un frío, que no se permitía el roce de aquellas antorchas. Lo que sí nos quedó claro a Xavier y a mí, es que siempre habrá entre nosotros muchos frascos que estrenar; bastantes astros que derramar sobre una página en blanco. Y, por encima de cualquier ejercicio literario, el interminable poema del abrazo y la amistad.
Ernesto Román Orozco.

Participantes

Nacionales

ECUADOR

  • Ana María Iza
  • Fabián Guerrero Obando
  • Fernando Balseca
  • Iván Oñate
  • Julio Pazos
  • Manuel Zabala Ruiz
  • Violeta Luna
  • Simón Zavala Guzmán
  • Maritza Cino Alvear
  • Sara Vanegas Coveña
  • Jorge Dávila Vásquez
  • Sonia Manzano Vela
  • Catalina Sojos
  • Rosa Amelia Alvarado Roca
  • Fernando Cazón Vera

Internacionales

MÉXICO

  • Efraín Bartolomé

COLOMBIA

  • Federico Díaz-Granados

GUATEMALA

  • Francisco Morales Santos

VENEZUELA

  • Ernesto Román Orozco

ESPAÑA

  • Rafael Espejo

LA HORA CERO DE LA POESÍA EN EL ECUADOR

“Hubo en un siglo un día que duró muchos siglos.”

Miguel Ángel Asturias

Conforme el avión desciende, se avista una ciudad inmensa repartida entre planicies y colinas en lo alto de los Andes, a unos 2,850 metros sobre el nivel del mar. Es Quito, la capital del Ecuador, adonde llego convocado por la poesía, y el día: domingo 10 de mayo, un día con escasas nubes. Una vez en tierra, a la salida del aeropuerto Mariscal Sucre, me espera el poeta Xavier Oquendo; lo acompañan su esposa Julia Erazo, quien también escribe poesía, y el poeta Carlos Garzón. En seguida nos dirigimos al Hotel Tambo Real, adonde  han llegado ya el colombiano Federico Díaz-Granados, el venezolano Ernesto Román Orozco y el chiapaneco Efraín Bartolomé junto con su amada Guadalupe, entrañables amigos todos. Al día siguiente se nos une el más joven del grupo, Rafael Espejo, poeta andaluz, quien en el transcurso de la semana hará gala de buen humor y alegría.

Una vez instalado le doy una ojeada a los alrededores. Desde las ventanas del hotel Tambo se ve, a lo lejos, el volcán Pichincha y en las proximidades del hotel, al otro lado de la avenida, un edificio circular que se impone entre las demás construcciones por su forma y por los vidrios que tiene por paredes, en los que las construcciones circunvecinas se refractan, convirtiéndose en una especie de pinturas abstractas. Es la Casa de la Cultura del Ecuador “Benjamín Carrión” que al día siguiente servirá de escenario para la inauguración del Primer Festival Internacional Poesía en Paralelo Cero, organizado por El ángel editor, que es Xavier Oquendo, y la Casa de la Cultura. En la recepción del hotel cada poeta recibe un regalo excepcional, como debe ser, ¿no?: libros de El ángel editor y de la CCE, que en sus momento hemos de reseñar.

Al llegar la noche, Xavier y Julia nos llevan a Ernesto a Federico y a mí a recorrer en auto el centro histórico de Quito. Es la hora del asombro del recién llegado que pasa en medio de edificios atractivos que han permanecido de pie cientos de años, luciendo puertas, balcones, frontispicios, torres, etcétera, de corte barroco, cada uno con una historia que contar.  Unos en su momento albergaron instituciones públicas para afincar el poderío de la Corona. Otros, no pocos, fueron erigidos para expandir el catolicismo y los más para que se instalaran los recién llegados que, conforme el paso del tiempo, abrieron camino a una nueva cultura. De unos y otros emergen historias y leyendas que hacen más interesante al antiguo Quito. Como muchas ciudades construidas por los conquistadores, ésta  es de calles estrechas y empedradas, pulidas por el uso y abrillantadas por una iluminación sin miserias. Antes hemos visto el conjunto desde una loma, donde esperábamos degustar alguna bebida en un café que, a decir de los Oquendo, ofrece un mirador magnífico, pero todo está cerrado.

Es el principio de lo mucho que veremos del antiguo Reino de Quito, hoy Ecuador.  

2

Lunes. Día con sol por la mañana y de encuentros agradables uno de estos con el poeta Ulises Estrella, figura importante de las letras ecuatorianas y actual director de la Cinemateca Nacional. En una breve plática, el escritor ecuatoriano y el visitante guatemalteco hablan de un amigo común: Mario Monteforte Toledo, escritor prolífico y acucioso investigador que, al calor con que lo cobijó el país andino, le devolvió una amplia exploración de su arte a través del libro Los signos del hombre

Más tarde vendrán las nubes a ofrecer su canto breve y veloz y luego el sol se impondrá sobre el paisaje dejando únicamente las nubes en las montañas más altas y sobe el volcán Pichincha. En la Casa de la Cultura del Ecuador la prensa espera a los poetas en horas de la mañana para una ronda de entrevistas.

El Encuentro Internacional de poetas en Ecuador “Poesía en paralelo cero” da inicio con la noche en la sala “Demetrio Aguilera Malta” (importante  escritor, pintor y cineasta que nació en Guayaquil en 1909 y murió en México D.F. en 1981). Marco Antonio Rodríguez, presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, y Xavier Oquendo se refieren a la importancia del evento, al  necesario vínculo del hombre con la poesía y al perfil de los poetas invitados.

Al iniciar su saludo, el poeta Oquendo evoca los versos de Jorge Enrique Adoum que dicen que “Ecuador es un país irreal limitado por sí mismo, /
partido por una línea imaginaria /y no obstante cavada en el cemento al pie de la pirámide.”

En el hilo de su discurso inaugural, Xavier se preguntaba por qué no aparecen los poetas ecuatorianos en los grandes catálogos del mercado internacional de libros, con todo y que a su juicio —que yo comparto— son geniales, como bien me lo hizo ver ese escritor de muchos mundos que fue Monteforte Toledo, cuando me hablaba de César Dávila Andrade, Jorge Carrera Andrade, Jorge Enrique Adoum y Efraín Jara Idrovo, mismos que citó nuestro anfitrión y en razón de los cuales y de muchos otros convocó al encuentro.

“Quiero que los poetas de fuera sepan que Ecuador es más que un país ‘limitado por sí mismo’, más que una línea equinoccial, más que una anécdota entre Colombia y Perú”, enfatizó nuestro amigo, quien luego expresó su agradecimiento a la Casa de la Cultura Ecuatoriana por haber acogido y respaldado la idea del encuentro, así como a los directores de las Casas de la Cultura de Cotopaxi, Tungurahua, Azuay y Guayas, para que los poetas invitados pudiesen viajar “por los caminos del país del cóndor y el colibrí”.
Luego vino el más variado registro de voces poéticas ante numeroso público. El autor de esta relación leyó un  poema  dedicado a   Ella Fitzgerald, de antología de poemas al jaz La música callada la soledad sonora, con que Federico Díaz-Granados, realizador de la misma, me recibía en este encuentro. El siguiente en leer poemas fue el ecuatoriano Simón Zavala Guzmán. En seguida le tocó el turno al español  Rafael Espejo (con un  tiernamente crudo “Autorretrato”: Vivir, pero además /vivir consciente/ vivir como si solo /fuese real la vida.) dos. En su orden, continuaron el mexicano Efraín Bartolomé y los ecuatorianos Fernando Balseca, Julio Pazos, Ana María Iza  y Fabián Guerrero. 

Por último Xavier Oquendo presenta Poesía en paralelo cero. Encuentro Internacional de poetas en Ecuador, un hermoso libro de 304 páginas, que recoge muestras de poesía de los veinte poetas participantes, entre ecuatorianos y extranjeros, que desde ese momento dejan de serlo porque al recorrer el país lo abrazarán y se sentirán abrazados por la hermosa geografía y la  gente que la puebla.

La fiesta del día finaliza con una comida en la casa del poeta anfitrión, porque al sabor de la poesía se une el de los platos y bebidas de la tierra que acoge a los hombres de letras que, en palabras de Oquendo, hoy son fundacionales de un encuentro de singular naturaleza.

3

La mañana del martes transcurre entre entrevistas a los poetas invitados en la Casa de la Cultura Ecuatoriana y una lectura poética en la Facultad de Filosofía de  la Universidad Central,donde las voces de México, Guatemala, Colombia, Venezuela y España se entrelazan con las de Quito, entre las que recordaré la de Manuel Zavala Ruiz por el manejo de los metros clásicos y  la originalidad de sus metáforas, así como la de Fabián Guerrero y Julio Pazos.

Por la tarde entrevistas de radio, amenas, amplias en las que el centro no es el país de donde llegas sino la poesía, el oficio del poeta, las repercusiones del trabajo literario. Al que esto escribe le ha tocado en suerte, ¡Qué buena suerte!, asistir a una entrevista con Juana Neira, una periodista quiteña muy bien informada y con mucha imaginación para conducir el programa “Sueños de papel”, que se trasmite en Radio Visión. La he pasado muy bien porque sus preguntas son tan precisas que invitan a responderlas en un diálogo afable, como si estuvieras en la sala de tu casa.

Al filo de las seis de la tarde tiene lugar “La fiesta de la poesía y los libros”, lectura de poesía en la Biblioteca Nacional, en la que se oyen las voces locales de Manuel Zabala Ruiz, Ana María Iza y Manuel Savala Ruiz.

4

El día miércoles se presenta fresco para viajar al sur. Nos espera Latacunga, ciudad situada en las estribaciones de los Andes, que tiene fama por sus danzas tradicionales, en particular  La Mama Negra. Buscamos el volcán Cotopaxi, más adelante también el Chimborazo que todo el tiempo se nos niega. Esta ciudad trazada a cordel en la Colonia ha sufrido alrededor de cuatro terremotos y sin embargo se alza pujante en el mismo lugar donde fue edificada originalmente. Allí, en el auditorio “Héroes del Cenepa” de la Escuela Politécnica del Ejército, tiene lugar la segunda lectura del encuentro ante numerosos jóvenes que han tenido la paciencia de esperar más de una hora nuestra llegada, según lo informado por el presidente de la Casa de la Cultura Núcleo de Cotopaxi, Edmundo Rivera Robayo. Puede decirse que bajamos de la buceta y subimos al escenario.  En su orden, leen  los poetas Morales Santos, Carlos Garzón, Federico Díaz-Granados, Rafael Espejo y  El entusiasmo juvenil se manifiesta en la atención y los aplausos del estudiantado que, al final del acto desfila para estrechar la mano de cada poeta. La Casa de la Cultura Ecuatoriana «Benjamín Carrión», Núcleo de Cotopaxi y Nataly, agasaja a los poetas invitados al Ecuador con un almuerzo tradicional del país, en el que no ha de faltar el choclo, y un brindis con vino. A la salida, Federico se despide de los amigos porque debe volver a Bogotá para cumplir compromisos con la poesía, como los preparativos para el XVII Festival Intenacional de Poesía, que anima junto con el poeta Rafael del Castillo. Más que obligada, es necesaria una visita a Molinos de Monserrat: un obraje de la Colonia  construido en 1756, y que ahora es el asiento de la Casa de la Cultura. Se caracteriza por ser  un centro cultural múltiple, con un museo arqueológico (con reliquias culturales preincásicas), un museo folklórico y un auditorio, entre otros.

Al mediar la tarde del miércoles, nos dirigimos a la ciudad de Ambato, la que en 1972 vio nacer a nuestro anfitrión Xavier Oquendo Troncoso, lo mismo que a Jorge Enrique Adoum. Cruzamos montañas más que planicies, donde abunda variedad de siembras, ganado vacuno y lanar. Y qué decir de los burros que nos recuerdan al Platero de Juan Ramón Jiménez. Cielo de azules y nubes que a veces se siente muy cercano. Imaginamos el vuelo de las aves, el olor de la hierba, el de las hojas. Al final de la tarde entramos en Ambato, una ciudad de gran movimiento comercial y variada producción, en la que sobresalen los textiles y los artículos de piel, así como diversos frutos de la provincia, según lo comprobamos en un breve paseo al día siguiente. En su arquitectura se entremezclan edificaciones coloniales y modernas. Lo primero que buscamos es la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Ambato,  que, junto con la catedral y otros edificios de épocas distintas, flanquean el parque Juan Montalvo. Al entrar la noche, Espejo, Bartolomé, Román Orozco, Morales Santos y Oquendo ofrecen una lectura poética en el auditorio de la Casa de la Cultura. La actividad cierra con una cena de sabor local que ofrece Mari Pachano de Saa, directora del ente cultural. La cena transcurre entre pláticas interesantes acerca del funcionamiento de la casa de la cultura o del quehacer de sus personeros y maestros, quienes también se interesan por los prodigios de la poesía.

5

Voces, motores de vehículos que calientan… es la actividad humana que anuncia el día jueves. Junto con Rafael acompaño a Ernesto en busca de un cajero y después buscamos el parque Juan Montalvo, para llevarnos un recuerdo fotográfico, antes de marcharnos a Cuenca, la ciudad de la muchos me han hablado con deleite. La mencionaba mi gran amigo Mario Monteforte Toledo, quien se enamoró del Ecuador como él sabía hacerlo, con vehemencia y convicción, hasta producir el libro Los signos del hombre (1983), un registro importantísimo del arte plástico ecuatoriano hasta ese momento, al cual ya me había referido. Rafael se enamora de una máquina de escribir, una Olivetti, y no ha de irse sin que se le tome una foto de recuerdo.

Cada ciudad por la que pasamos nos ofrece sus calles y avenidas para el descubrimiento y el asombro, pero, esta vez, el tiempo no está “a favor de los pequeños”, pues a Ambato hemos llegado al caer la noche y debemos salir temprano para Cuenca.

El recorrido es largo. Seguimos en la cima de los Andes por la ruta Panamericana que, entre abruptas montañas y cielos nublados o con emocionantes pinceladas de nubes, atraviesa Riobamba, Cajabamba, Guamote, Cañar, Azogues hasta llegar a Cuenca. Las extensiones de tierra que avistamos son de vocación agrícola. Un malestar estomacal que me ha mantenido semicallado cede. Los primeros en advertirlo son Efraín y Guadalupe, que lo festejan con bromas. La alegría en el viaje es permanente. Tan grande como el ingenio, que hace decir a uno de los poetas: cuando la gente nos ve, pensará: estos poetas son muy precavidos porque viajan con un médico y su asistente. Esto, por supuesto, en alusión a los trajes blancos que siempre usan nuestros amigos mexicanos, y que tienen que ver con algún lugar de México, no propiamente con Ocosingo, de donde es el poeta chiapaneco. Llega el momento de abastecer de gasolina el vehículo en viajamos: una buseta, como dicen los colombianos. Momento de sentir el fresco de las montañas y apreciar tanto el paisaje como el mezcal que Efraín lleva consigo. Un momento de brindis y fotografías, luego continuamos el viaje, mas cuando ha transcurrido alrededor de media hora, nuestro amigo chiapaneco se da cuenta de que en la gasolinera ha dejado su chaleco y hay que volver. Para su suerte, se lo han guardado y de la alegría, Bartolomé invita a un nuevo brindis con mezcal que ha de quedar registrado en fotografías.

Aún es de día cuando el poetariado divisa Cuenca, una ciudad de irregular topografía y grande en extensión, que se caracteriza por el colorido de sus construcciones de ladrillo y teja, con límites que los ojos apenas precisan. Al día siguiente, un breve paseo nos permite ver cómo llegaron a fusionarse la arquitectura colonial y y la afrancesada de finales del siglo XIX y principios del XX.

Al llegar, vamos en busca de la Casa de la Cultura, esquina de Luis Cordero y Presidente Córdova. La comitiva es recibida por el poeta Jorge Dávila Vásquez, presidente de la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay. Dos horas más tarde estamos compartiendo la lectura  poética con Jorge Dávila Vásquez, Catalina Sojos y Sara Vanegas. Catalina Sojos obsequia a los visitantes su bello libro Cuenca Cantos de piedra y agua, en el que alterna poesía con fotografías del lugar. La sesión termina con un vino fragante. Luego viene la cena al otro lado de la calle entre pláticas encontradas de los poetas que entrecorta un video  de Selina, una cantante mexicana muerta en trágica circunstancia, a la que recuerdo por mi hija, a quien le fascina oírla. Los poetas tienen ansias de vino y se sirve una botella con la que queda cerrada la alegría de esta noche.

La breve estancia en Cuenca termina a la mañana siguiente con un recorrido por la Calle Larga, una visita al museo-taller del sombrero, donde Ernesto se hace de un sombrero blanco, y un recorrido en las márgenes del río Tomebamba, antes de volver por las maletas y abordar el vehículo que habrá de conducirnos a Guayaquil, donde terminará oficialmente el Encuentro Internacional de poetas en Ecuador, Poesía en paralelo cero que, para nuestro deleite, preparó Xavier Oquendo Troncoso y la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Algunos también hemos hecho una visita a la catedral de la Inmaculada Concepción o Nueva Catedral, que, por su volumen, se la considera una de las más grandes de Sudamérica.

6

Ha llegado el viernes. La mañana avanza con un sol benigno. Un miembro de la Casa de la Cultura de Cuenca nos guía  en su auto hasta la salida de la ciudad para para tomar la carretera principal hacia Guayaquil. Vamos hacia el sudoeste del Ecuador, a una ciudad cuyo nombre resuena en nuestros sentidos, pero aún no ha llegado a nuestros ojos: Guayaquil.  A pocos kilómetros de Cuenca, el tráfico se detiene por el remozamiento de la vía. La fiesta de los poetas continúa entre alegres conversaciones y una ronda de mezcal  que concurre para calmar la espera que, dicho sea de paso, no es prolongada. Mientras tanto admiramos  el paisaje: cerros ligeramente empinados, pero verdes, flanquean el camino. Nuestro anfitrión, el poeta Oquendo, nos ilustra acerca de las bellezas naturales  que nos esperan en el camino: el Parque Nacional El Cajas, cuyas extensión es de unas 28 mil hectáreas y cuenta con 235 lagunas dispersas en aquella gran extensión. La carretera pasa por lo más alto de la cordillera —4,000 metros sobre el nivel del mar—, entre páramos y picos hermosos. De vuelta en vuelta y de ascenso en ascenso divisamos una laguna diferente, una bajada de agua, una pequeña catarata, y todas estas aguas se unen para llegar a Cuenca.

En el descenso, la carretera se pierde a ratos entre una densa neblina y corrimientos de barro, producto de los trabajos de reparación de la vía. La vegetación cambia paulatinamente: nos alejamos del páramo, atravesamos el bosque andino, y conforme vamos bajando hasta la costa, se asoma el bosque tropical, reciamente verde. En la planicie costera, nos esperan las mayores plantaciones de banano en el mundo y otros cultivos.

Como en los otros puntos establecidos para el encuentro, llegamos a Guayaquil cuando la tarde acaece (palabra favorita de Efraín Bartolomé), pero el sol aún permite apreciar el puente gigantesco sobre el río Guayas, por el que entramos a la ciudad. Luego de ubicarnos en un hotel de chinos, vamos a la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas que está en la avenida 9 de Octubre entre avenida Quito y calle Pedro Moncayo. Aquí, los poetas llegados del exterior compartimos con las voces poéticas locales representadas en  Sonia Manzano Vela, Rosa Amelia Alvarado Roca, Maritza Cino, Carmen Váscones, Fernando Cazón Vera y Simón Zavala Guzmán. Aquella es una lectura original, pues por tandas de dos, los poetas suben al escenario, se ubican en ambos extremos del mismo y leen acompañados de una copa de vino. Y es que se trata de la celebración de la poesía que, ya casi al final de la semana, culmina en Guayaquil.

Tras la emocionada lectura de poesía la concurrencia es agasajada con un concierto de gala, que ofrece el Coro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana «Benjamin Carrión», Núcleo del Guayas. Lo dirige su fundador y actual director Juan Carlos Urrutia, quien ha preparado un programa que armoniza la música ecuatoriana con la sacra. Al final de la presentación que recoge prolongados aplausos, Urrutia informa a la concurrencia que el conjunto coral está próximo a participar en el X Festival Mundial de Puebla, y los aplausos arrecian.

Aprovecho el saludo a  Fernando Cazón Vera para evocar a Mario Monteforte Toledo, quien siempre se caracterizó por conocer a medio mundo, y la respuesta del poeta ecuatoriano es de admiración a mi coterráneo. Le cuento que como signo de amistad, Mario me obsequió la sección de poesía ecuatoriana de su biblioteca, años antes de su muerte.

La fiesta cierra con una cena para los poetas del periplo en Ecuador, por invitación de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas.

7

La mañana del sábado 16 de mayo es breve, demasiado corta, para cuanto hay que conocer de esta gran ciudad de costa fluvial en la que la vida se manifiesta de muchas maneras: por las noches con la algarabía de los centros nocturnos de diversión y por el día con el ir y venir de la gente ocupada en sus profesiones y oficios así como el movimiento constante de los automotores.

Parte del grupo pasa por Parque Simón Bolívar conocido también como El Parque de las Iguanas, debido a que en él viven y son alimentados por el público gran número de estos milenarios reptiles, los que acostumbrados a vivir en aquel sitio son tan mansos como cualquier especie domesticada. A pocas cuadras está Malecón 2000 (anteriormente se llamó Simón Bolívar, dice nuestro amigo Oquendo), con instalaciones para diversos usos, como el Museo Antropológico y de Arte Contemporáneo, la Torre Morisca o Torre del Reloj, restaurantes, jardines, fuentes, un centro comercial, patios de comida, muelles desde los cuales se puede abordar embarcaciones como la réplica de un galeón pirata con el nombre de Henry Morgan. Cercano al río vemos el Barrio Las Peñas, que está catalogado como Patrimonio Cultural por la belleza de sus construcciones. Y ¡por supuesto! el monumento a los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín.

Tras el breve paseo los participantes del Primer Festival Internacional Poesía en Paralelo Cero, que ya no son extranjeros por la calidez con que los ha recibido el Ecuador en sus distintos ámbitos, se dirigen al Aeropuerto Internacional José Joaquín de Olmedo para volver a Quito. Esta misma tarde, “a las cinco de la tarde”, como recordando a Lorca, se da una lectura de poesía de los poetas internacionales en Librería Rayuela, con la que se estará clausurando este maravilloso festival. En este espacio acogedor se enlaza nuevamente la poesía hispanoamericana, con la camaradería que ha caracterizado al grupo de poetas invitados al Ecuador, y Mónica Varea, la propietaria de Rayuela, nos agasaja con vino y bocas deliciosas que hacen más agradable el momento y sellarán el recuerdo de los días vividos con intensidad en el Ecuador.

Más tarde, esa noche, nos estaremos despidiendo en el Hotel Tambo, con la esperanza de reencontrarnos mañana convocados por la eterna: la poesía.

Texto de Francisco Morales Santos