40 nombres conforman en este año la nómina de participantes del Encuentro. 19 poetas internacionales y 23 ecuatorianos han confirmado su presencia. La lista de este año es ambiciosa: grandes firmas de nuestra lengua. Como siempre hemos matizado la lista de invitados con poetas de gran trayectoria e importancia, en mezcla con vates que recién se inician en el oficio vano y difícil de la poesía.
El equipo que logré conformar en estos años en el encuentro fue muy importante en esta contienda. Los nombres de Julia Erazo Delgado, Javier Valencia, Sebastián Armas, Sandra Zaldumbide, Luis Alberto Salas, Hernan Chico, Sharvelt Kattan, Milvia León, Daniela Valdez, es indispensable para que la tarea se cumpla. Sin los otros, no podríamos hacer nada. El trabajo en coordinación ha sido asumido por nosotros con absoluta devoción, todo por el amor que se ha ido inyectando en nombre de la poesía.
A cinco años del Primer Encuentro decidimos crear un premio simbólico, un premio honorífico a un gran poeta de la lengua. Un símbolo no solo de la literatura sino de la vida. El gran poeta argentino Juan Gelman, que ha aceptado nuestra invitación de venir a la Mitad del mundo y recibir nuestra inmensa admiración. Juan Gelman es uno de los poetas más poblados de vidas: de la suya, de la de sus amigos, de la gente, del mundo, de los pájaros, de los árboles, de los recuerdos, de las cenizas que ha dejado la experiencia, de los letargos que le dejado el dolor. Se ha purificado en el dolor, en las ausencias, en el polvo de los días atroces, en sus heterónimos, en el sufrimiento de los pueblos, en las cicatrices que no se olvidan. Porque el olvido nunca será la atmósfera de Gelman. Porque Gelman ha odiado con ese amor desmedido que se le ha ido formando a golpe de vida, con esos golpes Vallejianos que él sabe… que él no sabe. Con esa constante de la poesía que lo ha salvado. Que le ha permitido sobrevivir: eso y la poesía, si es que no son la misma cosa. Si es que no dicen lo mismo, si es que no se hicieron al mismo tiempo. La poesía salvó a Gelman y sus lectores estamos absueltos, estamos también salvos de creer en lo que pudo ser y no se dio. Estamos salvos con su obra, porque somos también efímeros amadores profesionales de la palabra. Porque creemos que la única física cuántica que existe está ligada a las palabras, a sus significados. Gelman nos ha enseñado, además enormes lecciones de humildad. Ya que en el gremio poético uno se encuentra con tanta estrella deslucida que presenta una gran poesía que nunca alcanza a ser igual de grande que su ego, aquí tenemos a un hombre que nos enseña que su apostololado por la poesía fue sencillo, solo estaba salvándose y salvándonos a todos sus lectores, con su palabra implantada al servicio de sí mismo y de la lengua: como creo que debe serla poesía. Su demoledor peso poético, su trabajo en todos los tópicos de la poesía, descubrir sus lados conjuntamente con los lados del poema es un verdadero trabajo de fondo, es haber buceado por la poesía hasta alcanzarle a dar una dentellada a su equilibrado ejemplo. Sin pretender ser vanguardista, ni barroco, ni nada. Solo pretendiendo ser el poeta que es. Por ello me gusta tanto Gelman y su posición frente a la poesía y a su trabajo. El tenerlo en nuestro país es un premio y una hermosa forma de celebrar nuestros cinco años dedicados a organizar este encuentro.
En su último libro publicado El emperrado corazón amora (2010) hay un poema que dice:
El poema viene de más
abajo de la vida.
Los del barrio saben
que el autor tiene toda la culpa
de animales que nadie vio,
de la neblina que viene.
Teje el vacío, las clases
de historia le hicieron mal,
no tenían relámpagos.
Los hombres que aúllan y se dejan
devorar por hombres que aúllan
le dan vergüenza. El cava
el tiempo como quien
vacila en monstruos olvidados.
El granizo que cayó en la ciudad
tiene pedazos del planeta
que le enfriaba el corazón.
ECUADOR
MÉXICO
CHILE
CUBA
COLOMBIA
BOLIVIA
ARGENTINA
ESPAÑA
ITALIA
GUATEMALA
Además de ser un enorme poeta Granda es uno de los estilos más definidos y definitorio de la poesía ecuatoriana del siglo XX. No siempre las dos cosas vienen juntas. Granda es una suerte de escuela. La mayoría de sus lectores son jóvenes (Granda es un poeta con lectores). Muchos poetas jóvenes han confesado que la lectura del gran Euler fue definitoria y fundamental en su escritura y en su vida. Su trabajo poético se ha manifestado en diferentes aristas. Lo he considerado siempre nuestro gran antipoeta. Su obra siempre desacralizadora confirma mi afirmación. El comienzo de su producción poética estuvo vinculada con la vanguardia más intensa de los años sesentas, en donde su carga de imágenes anti bucólicas y anti anodinas sonaban siempre cercanas a la gente con ideas renovadoras. Su poesía siempre buscó emocionar al lector atrayendo a su discurso lo que todo poeta siempre rechazó: el lugar común. Euler Granda logra unir la ternura desmedida del lenguaje más sutil con el dolor agazapado del lenguaje más crudo. Poeta preocupado por la poética social, su poesía es colectiva.
Euler Granda es uno de los poetas más originales del siglo XX en el Ecuador. Su obra va caminando por la poesía contestataria, vinculado por la poética social, llega hasta la reflexión de la poesía filosófica, terminando en sus hermosos y terribles y desoladores poemas de amor. Ha logrado con su poesía dominar al “lugar común” y darle nuevas connotaciones, hasta volverlo discurso sugerente, pieza fundamental de su poesía desenfadada, de su verbo aislado de la imagen muy elaborada. A cambio de ella ha impuesto en su obra la sorpresa y la novedad que gira dentro del lenguaje cotidiano, que llega a ser la poesía del encantamiento y la emoción. Granda enarbola la bandera que en Chile abanderará el gran poeta Nicanor Parra. Consigue una propuesta coloquial, un primer urbanismo poético. Esto será el argumento para que en las siguientes generaciones se bifurque la poesía por esos lares conversacionales, anti convencionales y “antiestéticos”, rompiendo el canon absurdo de lo convencionalmente bello.
Uno de sus poemas capitales dice:
UNA FECHA Y EL MAR
Una vez,
un pescador
se fue cortando al viento;
tiró la red,
la recogió vacía;
en tanto ensangrentado el sol
con todo el peso
de su cuerpo
se arrimaba en la tarde.
De pronto,
el mar
comenzó a sacudirse
como animal mojado;
el pescador cayó
en brazos de las algas;
en la espina de un pez
se fue su corazón,
aguas abajo,
y en la porosa playa
ese día encontraron
un pedazo de sal
semejante a una lágrima.
Texto que asemeja una suerte de mito griego y en donde se condensa toda la magia de Granda: su intensa y pensada filosofía, su altísima capacidad lírica y además esa irrestricta posición frente al amor, a la vida y a la muerte: los tres grandes temas de todos los poetas en todos los tiempos.
Una breve evocación ecuatoriana
por Carlos J. Aldazábal[1]
Durante el mes de junio de 2013, el centro del mundo fue una selva hermosa y verde. Selva de lenguaje repartida entre Quito, Ambato y Esmeraldas. Selva de sentidos traducida a poemas. La excusa: el 5to Encuentro Internacional Poesía en Paralelo Cero, convocatoria que crece año a año, impulsada por Xavier Oquendo Troncoso, con el apoyo del Estado Ecuatoriano, y que en aquel 2013 tuvo el privilegio de contar con la presencia de Juan Gelman, poeta de Nuestra América, Ciudadano Ilustre de Quito.
No sé qué emocionaba más: si la Revolución Ciudadana que se respiraba en el ambiente, o la imagen del Ché, presidiendo el salón de actos de una universidad estatal; si la original hermosura de este país pequeño, o la voz de Juan Gelman recitando; si leer poemas para alumnos de Esmeraldas o escuchar tambores y marimbas, en una algarabía de color desenfadada.
Sí sé que todo conspiraba para el deslumbramiento: las comidas criollas, la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, la arquitectura de las iglesias, el estadio de fútbol, vestido con los colores de Ecuador y Argentina, con el resultado equilibrado del empate.
De todo lo que nombro, recuerdo dos anécdotas especialmente significativas para mí: la primera, una caminata con un grupo de poetas, entre ellos el querido Juan, rumbo a una cascada, y la evocación de Raúl González Tuñón en la charla con Gelman. La segunda: una guitarreada a la orilla del mar, en Esmeraldas. La poesía y la música, como se sabe, son parientes cercanas, y a mí se me ocurrió cantar “Tonada del viejo amor”, porque me acordé de Falú y Dávalos; y aunque muchos de los colegas latinoamericanos o españoles desconocían la canción, no pudieron dejar de percibir la calidad del texto, la perfección de la música: yo sé que no vuelve más/ el verano en que me amabas/ que es ancho y negro el olvido/ y entra el otoño en el corazón, terminaron coreando todos.
Ahora, con las partidas de Eduardo Falú y Juan Gelman, las dos anécdotas se vuelven más significativas, porque me permiten pensar en lo que implica escribir poesía desde dos tradiciones literarias argentinas, aparentemente lejanas, pero, desde mi mirada, absolutamente constitutivas. Y cuando hablo de “Tradición” no hablo de un pasado remoto, anquilosado. Por “tradición” entiendo lo que el crítico Raymond Williams llamó “tradición selectiva”, ese pasado que se actualiza en el presente. Como salteño y argentino, hablar de Falú y de Gelman es pensar en mi propia selección estética, los referentes de la cultura nacional, regional y latinoamericana, que me interpelan al momento de la escritura, pero también al momento de la nostalgia o de la admiración.
Luego de varios años y ya desde Buenos Aires, el centro del mundo se ha transformado en evocación: el sentido de la Revolución Ciudadana, actualmente conflictivo y en disputa; la lucha de Juan Gelman y la importancia de su obra, corroborada en la coherencia de su bonhomía, la eficacia de las canciones de Eduardo Falú, eternas, impecables, sonando a la orilla del mar en una noche estrellada. Instantes de felicidad que ni el invierno más frío logra apartar de mis recuerdos.
[1] Carlos J. Aldazábal (Salta, Argentina, 1974). Publicó los poemarios La soberbia del monje (1996), Por qué queremos ser Quevedo (1999), Nadie enduela su voz como plegaria (2003), El caserío (2007), El banco está cerrado (2010), Piedra al pecho (2013), Las visitas de siempre (2014) y Camerata carioca (2017). Obtuvo, entre otros, el Premio Alhambra de Poesía Americana (Granada, España) y el Primer Premio del II Concurso «Identidad, de las huellas a la palabra», organizado por Abuelas de Plaza de Mayo. Su poesía ha sido traducida al inglés, al portugués, al árabe y al italiano, e incluida en numerosas antologías, entre otras El canon abierto. Última poesía en español (2015), editada en España por Visor. Fue invitado al Festival de Poesía Paralelo Cero en el año 2013.
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El jurado calificador, conformado por Carlos Garzón, Lucrecia Maldonado e Iván Oñate, reunidos en Quito el 13 de enero de 2013, después de haber analizado los trabajos presentados, han decidido declarar ganador al poemario Cesado el nombre, firmado por Noah Holub, debido a una concepción profunda y refinada de la poesía y por su original y sugerente trabajo con las imágenes.
También se otorgan menciones a los siguientes poemarios: Primera, En el umbral, suscrito por Caney; Segunda, Fuga, de Emanuel Arenas Nájera, y Tercera, Himnos y adioses, firmado por André Domine.
Una vez abiertos los sobres, se determinó que los textos ganadores pertenecían a:
Premio: Pablo Flores Chávez (Quito, 1988).
Primera Mención: Jorge Isaac Vinueza Claramunt (Santiago de Cuba, nacionalidad ecuatoriana, 1968).
Segunda Mención: David Manolo Barzallo Guaraca (Azogues, 1987).
Tercera Mención: Diego Andrés Zaldumbide Bayas (Guayaquil, 1987).
El jurado felicita a los organizadores del concurso de poesía Paralelo 0 por fomentar la creación poética en nuestro país.
Firman para constancia
Carlos Garzón – C. 1710717834 C.
Lucrecia Maldonado – C. 1707307276
Iván Oñate – C. 1800532192
(Fragmento de un texto escrito en el año 2013)
Xavier Oquendo Troncoso
Llegar a la mitad de una década con un Encuentro Internacional de Poesía en el Ecuador, país que aún no considera imprescindible la organización de un evento de esta naturaleza, es realmente una tarea quijotesca y dura, solo recompensada por el gran amor que siente una pequeña, pero medular parte de la población, por la poesía.
Aún se cree que este tipo de actos y hechos poéticos no son sino minucias dentro del arte. Las instituciones nos siguen pidiendo proyectos año tras año, sin sospechar si al siguiente tendremos dinero para que el Encuentro se pueda volver a dar.
A propósito de esto, el poeta argentino Juan Gelman dice, en su bello poema Sobre la poesía:
(…)
los poetas ahora la pasan bastante mal /
nadie los lee mucho / esos nadie son pocos /
el oficio perdió prestigio / para un poeta es cada día más difícil
conseguir el amor de una muchacha /
ser candidato a presidente / que algún almacenero le fíe /
que un guerrero haga hazañas para que él las cante /
que un rey le pague cada verso con tres monedas de oro /
y nadie sabe si eso ocurre porque se terminaron las muchachas
los almaceneros / los guerreros / los reyes /
o simplemente los poetas /
o pasaron las dos cosas y es inútil
romperse la cabeza pensando en la cuestión /
Gelman es casi un profeta.
Otros países del mundo ya se han dado cuenta de los beneficios de tener un festival Internacional de Poesía. Han entendido, pero aún así, no ha sido nada fácil tampoco. Para la poesía nunca es fácil nada: ni que la lean, ni que la vendan, ni que la promocionen.
Sin embargo hay excepciones grandes en el mundo: En Nicaragua, por ejemplo, se espera el Encuentro de Granada, con verdadera devoción, casi como se espera la navidad. Y lo mismo pasa en Medellín. Los fondos llegan por obvias razones de presión social. Se podría decir que aquí, y en la mayoría de países del mundo, debemos mendigar, rogando que crean en estas cosas, para que podamos traer a los poetas del mundo, podamos tratarlos como se merecen. Aun debemos trabajar haciéndoles saber a las instituciones culturales públicas y privadas que la poesía si podría ser un elemento valido y básico en cualquier mesa de un comensal cultural.
Países como Perú, México, Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Cuba, en nuestra América, tienen la predisposición desde las esferas burocráticas para obtener los medios que hagan posible un encuentro grande de poesía. Ecuador lo necesita, porque aun nuestros grandes poetas viven en el anonimato. No podemos permitir que nuestra poesía no se conozca más que de refilón en las grandes ligas de la poesía. Eso también es responsabilidad de todos. Es un patrimonio nuestro para consumo local y mundial.
Algo hay que hacer para seguir publicando en el extranjero a Jorge Carrera Andrade a César Dávila Andrade a Jorgenrique Adoum a Euler Granda a Carlos Eduardo Jaramillo a Efraín Jara Idrovo a Francisco Granizo Ribadeneira. Debemos seguir trabajando para recuperar nombres que se han quedado orillados en la resaca del canon, como Ileana Espinel, David Ledesma, Manuel Zabala Ruíz, Rubén Astudillo y Astudillo, Rafael Díaz Icaza, Francisco Tobar García y muchos más. Es responsabilidad nuestra trabajar, no solo por uno mismo, sino por la poesía de su país.
No me suena justo que algunos autores ecuatorianos vayan a “representarnos” como país a Encuentros Internacionales de Literatura, y su discurso se limite a decir que en Ecuador no hay nada. Que lo que hay es lo que ven en ese momento: un autor con un libro en la mano, diciendo que nació sin tradición (escritor de probeta) y que luego de hacerse una serie de estudios se ha llegado a dar cuenta que él es más francés que el paté o más español que el campo de olivos y que su nacimiento en Ecuador fue fortuito, que disculpen no más. Que espera que no vuelva a suceder.
Escritores que no han leído a sus autores (o que no quieren reconocer esas lecturas porque caerían en complejos de inferioridad y falta de autoestima) y que justifican eso con miedo e ignorancia y aprovechan para tunear su menosprecio, escribiendo poemas desligados de su condición, de su territorialidad y de su tradición.
Estoy convencido que a nuestros grandes poetas solo les falta promoción, nada más. Y también es culpa de ellos mismos que han visto solo desde su pedacito de patria equinoccial y luminosa, el mundo. No se propusieron salir ni ligarse a las ligas mayores. A las editoriales del mundo les falta conocer a los grandes poetas de Ecuador. Se debería pensar en trabajar coediciones con grandes editoriales de afuera y circular nuestra gran poesía por el mundo. Pero esto no debe quedarse solo en el papel.
***
Es meritorio que en estos cinco años hayamos tenido el apoyo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana que nos ha entregado su experiencia (quiero agradecer enormemente a Marco Antonio Rodríguez y Raúl Pérez Torres, dos presidentes de la CCE que hicieron suyo este proyecto, creyeron en él y le dieron todo lo que pudieron. Que la Casa de la Cultura siempre viva en nombre del gran Benjamín Carrión, que conserve su independencia, su soberanía, que nadie la desaparezca. También debo agradecer a dos personas que fueron indispensables e imprescindibles para que la CCE siga siendo la madre de este Encuentro: Marta Palacios y Gabriel Cisneros, la poesía les agradece a los dos, y saben que Paralelo Cero es la casa de ustedes, la casa de la poesía, donde pueden vivir acuerpados en un poema. Gracias).
Y gracias también al Ministerio de Cultura y a su Sistema Nacional de Festivales; a la Secretaria de Cultura del Municipio de Quito y a Miguel Mora Witt, que sabe cómo es la movida de la literatura, por lo que siempre nos ha apoyado.
Todas las gracias para las sedes del Encuentro a lo largo de estos cinco años (los Núcleos de la Casa de la Cultura de Cotopaxi, Tungurahua, Guayas y Azuay fueron las primeras en darnos la mano en el quijotesco Primer Encuentro, en el 2009), a Otavalo y su Alcaldía, siempre progresista, que nos ha apoyado desde el 2010: gracias a Mario Conejo y a Aníbal Fernando Bonilla, Alcalde y Vicealcalde de Otavalo, respectivamente, por su gran filiación con el arte de la poesía.
La clausura del evento, desde el 2010, lo hemos hecho en Esmeraldas: la poesía viaja de las montañas al mar, y allí tenemos una cómplice inclaudicable y extraordinaria; gran gestora cultural: Carmen Rivadeneira, que ha trabajado con nosotros siempre con emoción, poesía y felicidad. ¡Muchas gracias!
Dos núcleos de la Casa de la Cultura se unen este año: Manabí y Pastaza. Sedes que se juntan a nuestro sueño de poesía itinerante (gracias a Dumar Iglesias y Marcelo Gálvez, Presidentes de los núcleos nombrados, por su apoyo). Ahora ya tenemos unidos al Ecuador: Costa, Sierra y Oriente en este viaje con el poema y por el poema.
La universidad Central, su Facultad de Filosofía y su Escuela de Letras y Literatura siempre han sido nuestro lugar cómplice desde que Paralelo Cero se inició. Fueron nuestra casa en la que sus estudiantes han escuchado las más certeras voces poéticas de nuestro idioma. Dejamos nuestra constancia de agradecimiento al poeta Iván Oñate, que siempre se vuelve cómplice de nuestro periplo. Gracias a todos.
En cinco años hemos tenido más de 100 nombres de poetas ecuatorianos y 50 poetas internacionales. Grandes firmas a las que hemos invitado a venir a nuestra Patria pequeña. Esta es una época distinta a muchas otras. Recuerdo a un poeta de mi generación, que le decía a un vate venezolano invitado al Encuentro que para que viene a Ecuador, si la poesía grande está en Bogotá o en Lima. Esto sucedió en el 2009, frente a mis ojos. Dicho enemigo de nuestra poesía, de nuestra Patria y de nuestro proyecto, fue respondido por el mismo poeta venezolano, al que, supuestamente aconsejaba el mal gusto de haber llegado a la mitad del mundo; este país tiene grandes poetas, grandes poemas, -Le dijo. Estamos aquí para conocer lo que gente como tú no quiso que conozcamos. La triste visión de aquello que nos dejó en herencia esa política educativa de creer que todo lo de afuera era lo bueno. Esa manía de auto anonimizarnos, hasta volvernos un punto híbrido entre ser lo que no quisimos ser y tratar de camuflarnos en otras realidades: ser críticos desde adentro, mientras comemos el pan que da la Patria a la que negamos. Yo siempre recuerdo la bellísima frase de la madre de Joan Manuel Serrat, cuando le preguntan sobre su defensa sin tregua por Cataluña, de la que dice: yo soy de la tierra de donde comen mis hijos. En estos tiempos al fin nos estamos dando cuenta que somos un país envidiable, fortalecido por la naturaleza, por nuestra historia benévola frente a otras realidades. Que somos un país que para salir del fango, debimos acostumbrarnos al fango, y creemos que esa salida es otra entrada en realidades más purulentas.
Por ello todos debemos hacer algo para que la Patria sea nuestro verdadero orgullo, nuestra verdadera palabra. Decirle al mundo que somos ecuatorianos. No mentirle diciendo que somos una sola realidad en Sudamérica, en América Latina, aprender a decir que soy ecuatoriano, como lo afirman hace siglos los países con, más que identidad, amor. Solo el amor impide negar al objeto que amas. No hay que negarse uno mismo. Hay que buscar lo que nos fortalece, en el caso del arte, de la palabra, de la poesía, hay que enseñarle al mundo lo que hicimos con la poesía en la historia. Nosotros no inventamos la poesía, la poesía del mundo tienen una tradición. A ella nos debemos y por eso debemos estudiarla, leerla y entregarla al mundo, para que el mundo valore lo que hicimos.
No es justo que nuestro corazón se quede anónimo frente a los ojos del mundo. De ese corazón grande que es la Patria Cósmica. Hay que decirle a la gente que ser ecuatoriano tiene nombre de esperanza. Huimos de esos escritores que se impostan de universales, que no quieren saber nada del Ecuador, que solo hablan en anglosajón, que entre más lejos de las costumbres de la patria: más exquisitos, más exclusivos. Huimos de esos escritores que hablan en inglés y en español al mismo tiempo con el fin de que los otros los miremos como hiperuniversales, los reconozcan como figurines desligados de cualquier Venus de Valdivia, sino más bien como cosmopolitas de la imagen, como emigrantes hacia la claridad. Huimos de esos escritores y poetas que quieren borrar al Ecuador aduciendo que aquí no hubo historia, no hubo tradición y que la que hay es solo un montón de “versitos” fáciles a los que ellos van a salvar con sus “versotes” divinos, dictados por el más allá de la vanguardia, en medio de una idiosincrasia neutra. Huimos de todo lo impostado, de todo aquello que no quiera ser lo que es. Huimos del lenguaje derrotado, del que copia las sensibilidades de otro.
En este año se cumplieron 70 años de la muerte de Miguel Hernández, de su encierro en esa cárcel, de su dolor y de ese canto de talento que lo condenaba. No había forma de callar al pájaro de su corazón cantante. No había forma de asustarlo. Ni siquiera se habían dado cuenta, sus asesinos, que la forma de la poesía era para siempre. Que la poesía es necesaria. A él también queremos dedicarle nuestro encuentro, nuestro enorme trabajo con los poetas y con sus libros. Gracias a los grandes poetas, que nos han enseñado que el vano oficio de la poesía es un oficio posterior a veces hasta de la muerte, pero en los libros del futuro estarán los nuevos rostros que harán de a este mundo un sitio para vivir. Y para amar. Y para morir.
Ni más ni menos.
Quito, 7 de abril del 2013