El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar?
En sueños, la marejada
me tira del corazón.
Se lo quisiera llevar.
Padre, ¿por qué me trajiste
acá?
—Rafael Alberti
Así como Alberti, Gabriel nos hace añorar la mar como si nos hubiesen desterrado de ella, nos hace conocerla como a la Patria invocada, saberla libre como al corazón alado y la vuelve nuestra cómplice arrebatadora de lágrimas, cuando lloramos en el mar, cerca de él, dentro de él, nuestro dolor salar se mezcla con su inmensidad. Nos permite, al igual que el cielo ver nuestra sencilla pequeñez desnuda, creer en nuestra leve humanidad porque lo tocamos, lo dejamos resbalar entre los dedos, dejamos que su espuma nos envuelva y nos arrastre hacia eventos memorables como lo menciona DOS OCÉANOS “Montaña donde esculpo las señales que vienen del Orígen, talla en mí también las formas que recuerdas de Dios, y oficiemos así el amor, en las coordenadas donde dos océanos se hacen un mar”.
Gabriel en su mar agita las voces de maestros de la Literatura como Jaime Sabines, Pessoa, Borges, pero sobre todos, la voz que emerge libre, en tesitura de grito es la del propio autor que se entrega y se desarma en cada verso exorcizando al amor EXALTACION “entre todos los misterios que guarda el mar/tu cuerpo, tu pecado, / tus peces sorbiendo el infinito; / el bronce de tus campanas/ desdoblando la materia viva, / subvirtiendo el equilibrio. Entre todos los misterios que guarda el mar, en la cuadrícula de los días /solo tú me levantas de entre los muertos”.
La poesía de Gabriel tiene vida propia, además de cualquier recurso que use para potencializar su verso, es ella la que se evidencia con su sola presencia, como lo podemos ver a través de EPISTOLA
Te escribo desde los misterios que me desangran en ese territorio donde no me reconozco.
Dentro de mi hay infiernos que se vuelven niños asustados, cronopios de un pasado lleno de nostalgias, de perlas profanas en el deseo; dentro de mi la soledad muerde, rompe los vitrales del templo y saca lagrimas al más frágil de los huesos.
Desde ahí pinto palabras que no sé si han de llegar a tocar el mar, donde tu piel reverdece la cosecha.
En SOMOS EL MAR la metáfora es el eje transversal que enriquece magistralmente la lectura de sus versos, “somos el mar/cuando en tu boca cabe mi chacra solar/y el universo/y desde mi lengua/diluvias el tiempo, el grafito/y los sentidos” Gabriel deja fluir cabalmente su poesía marina y de manera inquisitiva rompe en olas como el amor que surge repentinamente de su pluma y representa al mismo tiempo la verdadera esencia del mar.