El libro «Sol tigre de fuego», del poeta argentino Amadeo Gravino, es la quinta obra que integra la colección El Ángel Eléctrico, dedicada a libros digitales, nacida durante la pandemia de COVID-19. Celebramos que esta obra forme parte de esta eléctrica familia que sigue y seguirá creciendo.
Para festejar la poesía y la palabra de Amadeo, compartimos con ustedes un texto escrito por Santiago Grijalva, sobre la obra «Sol tigre de fuego» y la lírica de Gravino.
La reconstrucción del primer adoquín en la memoria
La poesía es todo aquello que nos atraviesa, que nos guioniza, nos acoge y especialmente nos construye, nos acerca suntuosamente al reconocimiento de la historia y al reconocimiento del otro. Más allá del discurso poético, es la experiencia misma que atraviesa al lenguaje, son los sentidos que despiertan al incurrir en un poema, y es así, con este breve preámbulo que uno puede adentrarse en la lírica de Amadeo Gravino, incurre históricamente por esas calles, sitios, espacios, donde el cielo, la naturaleza se visten de nostalgia, se dejan conocer en la historia personal donde se cuecen los primeros versos, las primeras experiencias, los primeros sonidos y especialmente los primeros remanentes adornados con añoranzas. Es difícil saber la fecha exacta, el momento exacto, si hace sol, si llueve, si es primavera o invierno, es difícil saber cuándo se empieza a escribir un poema, pero aún es más difícil conocer si termina, para dejarnos frente a aquellos techos de lata que nos dice Amadeo, donde quedan sonando como lluvia en el permanente de la voz poética, aquella sencillez de casa y baldosas rotas, el viento jugando a ser Chopin se transforma en luz cuando se atraviesa por el lenguaje y así nos enfrentamos a los libros del poeta, que nos implantan imágenes repletas de proyecciones, de historias cotidianas y a veces inasibles para la niñez. La voz del yo se confiesa, se reconoce y se avergüenza en ciertos pasajes, pero reluce con esos primeros estribos o comisuras que le aparecen a las paredes donde el poeta entiende la fragilidad que necesita una casa para convertirse en poema.
Pero, la voz se transfigura y se vuelve una voz narrativa, donde reluce un cuento con final feliz, nos colma de esperanza y sensaciones, sin embargo, no es un cuento hecho, manido, sino es un cuento sincero y de reconocimiento. Es el mismo reconocimiento que se necesita para ser escritor, es decir: no está bien decir a todas las aves que son pájaros o pajaritos, habrá que empezar a reconocerlos, no todas las flores son plantas o plantitas o rosas, debemos aprender el nombre de todo aquello que nos rodea, dice Amadeo.
El autor explica la importancia de la poesía y su necesidad, buscando un ápice de referencia hacia esa misma materia que se presenta frente a nosotros.
Y más allá, a lo lejos, en otros poemas de Amadeo encontramos la literatura, la música el arte plástica que a poco decanta en la construcción de lo femenino, colgado entre lo fino que debe de ser el hilo que sostiene la experiencia y su abordaje.
Estoy seguro de que muchos soles han visto sus páginas, pero estos versos, y toda la obra de Amadeo han de convertirse en una lectura imperdible, necesaria, recurrente para entender levemente el largo poema en el que se convierte una vida. Gracias Amadeo por hacer un andamiaje responsable por nuestra historia personal, esa historia por la que uno siempre anda descalzo queriendo volver a patear aquel balón, que a menudo se escapaba por el techo de lata.