Hace mucho tiempo, por el siglo V a.C. en Grecia, Empédocles hablaba de cuatro raíces que generaban existencia, combinando sus cualidades que daban lugar a criaturas amorosas o aberrantes. Más tarde, Aristóteles se referiría a ellas como los cuatro elementos que explican los movimientos de generación (vida) o corrupción (muerte). Muchas culturas, por otro lado, atendiendo a la observación directa de la naturaleza han creado hermosos mitos como el de un Dios que quiso verse a sí mismo, y para hacerlo tuvo que separarse de su unicidad y que, expandiéndose, puso sus elementos en cada uno de los puntos cardinales; en el Norte el aire, el aliento, los pensamientos; en el Sur, el agua, la generadora de vida; al Este, el fuego que ilumina y purifica, y al Oeste la tierra de la que se obtiene la cosecha. Todas sus criaturas fueron hechas de estos cuatro elementos, y es quizá por eso que desde la práctica espiritual se dice que el agua es nuestra sangre, la tierra nuestro cuerpo, el aire nuestro aliento y el fuego nuestro espíritu.
La presente antología de poetas contemporáneos del Ecuador, tiene descripciones profundas sobre la naturaleza del espíritu humano, suma de estos cuatro elementos. Coincidencias y complementaciones hacen que el lector se suma en honda meditación a través del encuentro con cada verso. Para experimentarlo brevemente me atreveré a brindar una pequeñísima muestra de sus composiciones telúricas. Son apenas gotas de agua que tratan de reflejar el inmenso océano de sus percepciones sobre estos temas.
ELEMENTO AGUA
David Acosta.
Relación complementaria entre vida y muerte.
“Morir es volver a ser lo que se era,
Un retorno al vientre donde yace todo”
Diríamos, aludiendo al agua, que se habla de un regreso al océano, al líquido amniótico donde intuimos la vida.
Omar Balladares
Referencia al dios Tsunki de la cultura Shuar. Tsunki, el espíritu del agua. “la primera gota y la última morada de mi pueblo”
Eduardo Léon
El agua es también salvación a través del llanto limpiador cuando “el agua besa tu boca, nace un cúmulo de emociones, son las semillas que te harán sanar”.
Miguelángel Rengifo
Nos remite al río de Heráclito, al fluir, al cambio. Nos recuerda nuestra impermanencia, pero también nuestro poder humano de mutar porque “uno no sabe dónde va a fundirse la espuma y el polvo, toda el agua y todo el color del fuego”.
Ruth Patricia Rodríguez
El agua es también contradicción, remolino, oxímoron. Es la posibilidad de marcharse con el mar para que regrese lavándonos con su espuma y nos ponga a secar entre las rocas.
ELEMENTO AIRE
María Luz Albuja
El aire es el encuentro con la propia respiración, que nos ancla al momento presente volviéndonos conscientes de este “gran animal terreno” que al inspirarlo “se vuelve alfiler entre las venas y quiebra en mis huesos lo imposible”.
Luis Franco González
El aire es también otro encuentro con los personajes que nos habitan en cada inhalación y exhalación, como desordenados vientos “que llevan en sus bocas el sonido de la guerra”. Esa guerra a la que tuvo que enfrentarse el propio Arjuna en la Bhagavad Gita, la canción del Señor, y que al fin y al cabo nos pone a actuar en el escenario de nuestra propia vida con todos los encuentros y desencuentros, como medios para ganar la batalla contra uno mismo, porque al parecer uno somos todos.
Ana Minga
Tenemos al aire como exorcismo porque este “pone al mal del otro lado”, nos ayuda a “hacer trampa a la muerte”, es un “ungüento de encías”, y sin embargo “no devuelve el corazón que se le entrega”. Esto último remite a una fusión con lo total con la vida misma, porque cuando esto sucede no hay regreso a la inconsciencia.
Juan José Pozo Prado
La capacidad del aire para estar o traspasar los estados conscientes e inconscientes de nuestra vida como el sueño, la aurora, el tiempo, la noche y su memoria.
El aire es también vacío existencial que nos recuerda que “incierta es nuestra noche de cuerpo sin asta”.
Rafael Tobar
Nos recuerda las bondades del aire; el poder, a través del él ser “los sonidos, los estruendos, las historias que se anuncian en los oídos, el proverbio antiguo, la relación histórica: cuerpo, bóveda, cielo”.
ELEMENTO FUEGO
Sebastián Chávez
Comienza por la geografía del fuego, describiendo este país que puede ser la tierra de nuestro propio cuerpo.
Al fuego, nos dice Sebastián, lo “llevamos como la pasión innombrable” que se consume a sí misma llevándose la vivencia de todos los incendios posibles que podemos albergar, purificándonos, pequeños, volátiles como “virutas que no saben de dónde regresar y tampoco a dónde irán a quemarse”.
Santiago Grijalva.
El fuego como opuesto al frío e incluso “hijo del frío”, con sus dientes castañeantes. ¡Qué “sedienta necesidad de conocer el fuego”! Desde su otro lado, nunca opuesto, pero sí complementario.
Fanny Rodríguez
El fuego como metamorfosis kafkiana que nos reinventa en las propias historias que contamos. El poeta, nos dice Fanny, es un “joven insecto, el fuego quemará su pluma”.
David Sánchez Santillán
El lugar del fuego que es quizá un no lugar, algo parecido a la energía inmanente a toda creación, algo impalpable, pero de tremenda injerencia en la ebullición de la vida. “Me has repetido una y cien veces”, le dice David al fuego como si fuera consciente de su viaje por la rueda del Samsara hinduista, porque también como él lo dice: “Nada hay más grande en el gran espacio navegable” que el propio deseo de volver a existir.
Christian Zurita
Ver al fuego en cada objeto vibrante, “en una mancha en el primer café”, en “el ladrido de la perra escapando del camal, en mi holocausto de hormigas, en una lluvia de verano”.
El fuego es el Dios de cada cosa, donde si abrimos bien los ojos habremos de verlo.
ELEMENTO TIERRA
Aníbal Fernando Bonilla
Alusión al cuerpo hecho de barro, como el lugar donde se experimenta la vida misma. A través del cuerpo, fruto del deseo entre los hombres, los demás elementos: aire, agua y fuego coexisten en una danza universal. Somos el espejo del universo, un fractal con exquisitas diversidades, donde: “dioses mitológicos y contemporáneos sacian promesas intrusas con la miel del antigua Egipto”.
Jaqueline Costales
La tierra y su composición, hecha de todo lo existente y devenida para todo lo existente. Causa y efecto de sí misma, semilla y brote. Tierra, diría Jaqueline, “diálogo íntimo entre la luz y la sombra”, “transustancia de todas las cosas, síntesis del determinismo incoercible, cópula de la vida y de la muerte, metáfora de la vía láctea”.
René Gordillo Vinueza
Nos llama a tener consciencia de lo que es este elemento. En Siete imágenes sobre la tierra que he perdido, como se titulan sus poemas, nos invita a experimentar la tierra en su real dimensión. Experimentarla, no pensarla, porque es quizá así, libre de pensamientos, como las sensaciones y percepciones pueden ser menos engañosas y ver realmente lo que la Tierra es. Mirarla, experimentarla en la observación objetiva de uno mismo: “Ahora que estoy a punto de cruzarme por este mi Río Bravo, justo ahorita me dan ganas de bañarme, de chapotear y hasta me dan ganas de quedarme quietito como piedra inocente”.
Rafael Méndez Meneses
Lo mundano, que lejos de ser intrascendente o trivial ante la mirada que sublimiza lo místico, nos asienta y nos devuelve a nuestras historias humanas.
Ella y él, el deseo, el hastío, el miedo, la muerte son sobrecogedores temas del drama humano en esta tierra. Todos estos dramas son: “espinas espolvoreadas a gusto, piscas de sal, lágrimas desconocidas”.
Luis Enrique Yaulema
Las sensaciones, los regalos que nos provee la tierra a través de nuestros sentidos. Luis Enrique se acerca con exquisita precisión a hablar de estos dones que gustan al espíritu humano.
“A qué huele la tierra/ huele al recuerdo de su piel y en ella a todos los abuelos del mundo”. “A qué huele la tierra/ a poncho digo, a choza humeante, a maíz, a banco de madera, a mañana de lluvia detrás de la puerta, a tren fantasma, a su voz al otro lado de la carretera, yéndose en humo, en agua”.
Hasta aquí esta pequeñísima, pero exquisita muestra de las descripciones poéticas que componen esta antología sobre los cuatro elementos del espíritu humano.
Me gustaría añadir, sin embargo, que existe un quinto elemento y que quizá sea el más importante; no visto por su misma condición de inmaterialidad: el éter o quinta esencia, una sustancia extremadamente ligera que ocupa los espacios vacíos, y es considerada un misterio desde la antigüedad hasta hoy. Permítaseme comparar esta quinta esencia con la poesía, la energía consciente que nos ha permitido unirnos y vernos en nuestra propia expansión, al ser agua, aire, fuego y tierra a la vez.