«Lengua de confesión», obra del escritor guayaquileño James Martínez, se unió a la familia de Entrenubes, de El Ángel Editor. Este libro no solo es una pieza poética, sino una pieza testimonial e histórica; relata, con extremo lirismo, los detalles de un sujeto que vive su día a día en medio del dolor, la incertidumbre y el temor durante la pandemia.
Celebramos la poesía de James Martínez con un texto escrito por Juan Suárez sobre «Lengua de confesión»
La poesía como escudo de honestidad
Se requiere el brillante escudo del valor para escribir un libro en mitad de una pandemia. Se requiere valor y experticia para tomar a las palabras, pequeños seres incontrolables, y hacerlas cantar, hacerlas gritas, hacerlas danzar ante el dolor y la incertidumbre. Y se requiere aún más valor para que esas palabras canten la memoria de lo perdido, de lo que se transforma, de una vida que nos ha sido arrebatada, de una rutina que empieza a pulirnos las formas del rostro con el cincel paciente de las horas.
Pero sobre todo, hay que ser un viajero valiente para entrar en el bosque del lenguaje y hallar las raíces de la honestidad. Contrario a lo que es fácil pensar, la poesía y la honestidad son dos hierbas distintas que, sin embargo, pueden alzarse en el mismo jardín. Recuerdo las palabras de Borges en una de sus entrevistas cuando sugirió que la poesía, más que la narrativa o la crónica incluso, nos comunica una realidad, nos habla de lo que está sucediendo. La poesía tiene la cantidad de detalles y de imágenes suficientes para que conozcamos el presente no solo en el tiempo, sino también y sobre todo, en las sensaciones, en los dolores y las esperanzas, en las preguntas que ese presente nos arroja.
No cabe duda que estamos ante un poeta maduro, que conoce su oficio, que domina las herramientas líricas; es por esto quizás que este libro de James Martínez adopta la forma de un diario, o mejor dicho, de una bitácora. EN una bitácora cabe todo. Me gusta pensar a los libros como inventarios, como inventarios de manos, de llantos, de esa sensación que no tiene nombre y que nos aplasta las costillas, de esos mamuts gigantescos que hacen nuestro miedo y de las moscas bulliciosas que hacen nuestro optimismo; una bitácora de los hijos, de las despedidas, de las peticiones, de los ruegos desesperados, de los pactos secretos. EN fin, de la vida. Este libro de poesía pretende poner ante nosotros el mundo que nos toca, los días que han horadado en nosotros.
Pero fácil sería que el poeta hable de su universo y lo cierre con llave al entendimiento de los otros. Aquello no sucede en este poemario que, de ninguna manera, busca la salida sencilla. Los días que James Martínez cifra en sus poemas son días que nos pertenecen a todos, son días que podemos rastrear y señalar con una x oscura en los calendarios del alma. Su poesía se carga de metáforas para que este libro se salve de ser simplemente un anecdotario, un puñadito de experiencias individuales mezcladas al azar por las páginas. La poesía, cuando es trabajada con esmero y con consciencia, es un lugar de encuentro de una comunidad. Todo lector es parte de esta tribu y esta bitácora ha sido escrita con las manos de múltiples lectores.
James Martínez logra conjugar la experiencia con la metáfora con una retórica formal digna de admirarse, para crear un libro que habla de nosotros, de nuestra comunidad pequeña pero honesta, del mundo que miramos por la ventana, del dolor, la pérdida, de la pandemia, sin que eso signifique caer en la burda narración, en la crónica prosaica, en la insípida referencia a un contexto que nos está atravesando a todos. James tomó la decisión de inventariar los días vividos durante la pandemia de Covid 19 a riesgo de construir un diario y no un poemario. Pero su dominio de la metáfora y la imagen lírica hicieron de esa escritura una pieza valiosa de nuestra historia artística. Sus poemas no solo narran, sino que muestran: poesía cargada de encabalgamientos, de palabras que cabalgan como corceles frenéticos sin los límites de la sintaxis, poemas apresurados, poemas en los que la lectura tropieza, poemas en los que el lector se siente como en una avalancha que lo conduce, golpeado y vulnerable, al dolor; a un dolor renovado, lírico, único.
Insisto: es necesaria la valentía para hacer que un poema nos escupa con honestidad el dolor, el dolor cotidiano, el dolor que ha sido motivo de tantos poemas en nuestros días; y hacerlo sin tropezar en la narración plana, tediosa y poco asombrosa. Agradezco que la intuición lírica de James le haya permito crear momentos que compartimos la tribu de sus lectores, momentos y sensaciones que no se guarda para sí solo, días que volvemos todos a vivir. Y agradezco que este sea un libro en que podamos comprender lo que nos pasa, enfrentarnos a estos días de dolor y a este año, como dijo Gamoneda, año de cansancio, y encontrar, finalmente, una comunidad en la cual sobrevivir al abandono. Para qué está la poesía sino para contarnos, diría Omar Lara. Este libro, este inventario de humanidad, está confesión necesaria, lo escribió James para encontrarse con todos nosotros. Es nuestro deber abrirlo y leerlo y hacerlo de todos.