Sobre «Corazón en bandolera», de Silvia Vera. Por Sonia Manzano

«Corazón en Bandolera», que tal es el título de esta “opera prima” de Silvia Vera Viteri (Quito), tiene como punto de partida una audiencia en un tribunal de justicia, al que le tocará decidir a quién otorgará la custodia de unos niños, si al padre o a la madre de estos, ambos cónyuges incursos en un azaroso juicio de divorcio.

Es a partir del conflicto planteado que la voz narrativa va abriéndose paso a través de dos posiciones antagónicas: la que caracteriza a una moral prejuiciosa, condenatoria de los “libertinajes” que atentan contra cánones sociales convencionales, y aquella de pensamiento crítico de avanzada, la que ha ido cobrando cuerpo en estos últimos tiempos, gracias a que: “las nuevas generaciones miran la realidad con ojos propios, no con los de sus antepasados y lo hacen con capacidad deliberativa”.

Esta dicotomía se hace ostensible en esta obra por medio de un discurso que inicialmente opta por duplicar ciertos rasgos propios del Realismo Socialista: minuciosidad detallista en la descripción de escenarios, inclusión nutrida de personajes circunstanciales, algunos de los cuales se irán “quedando en el camino” a medida que el argumento va tornándose más vigoroso.

Tamara Medina, protagonista de esta “historia del silencio roto”, está casada con un hombre que la ama desde la etapa colegial, Xavier Ricaurte, con el cual ha procreado a dos hijos: Adrián y Juliana. No obstante, el clima de armonía que por algunos años ha imperado en su hogar, se ve fracturado a causa del caos que provoca su insólito cambio de conducta, el que lleva a esta mujer heterosexual, esposa y madre amorosa, activista de Derechos Humanos y profesora parvularia, a involucrarse en un apasionado romance homosexual, cuya intensidad puede ser calibrada mediante las declaraciones de amor que entrecruzan las amantes; confesiones provistas de una muy destacada calidad literaria.

La metamorfosis de Tamara tiene como punto de partida la muerte trágica de Tania, su hermana melliza, suceso tras del cual caerá en un cuadro depresivo, al que tratará de sobrellevar sumiéndose en el consumo, cada vez más frecuente, de bebidas alcohólicas.

La novela de SVV alcanza un nivel de intriga suscitante, cuando Xavier descubre que Tamara tiene un amorío con una mujer, y es en este punto de quiebre que el argumento adopta un ritmo acelerado, el necesario para presentar, en “seguidilla”, acciones de intensa emotividad, las previsibles en un conflicto de la naturaleza anotada: Tamara es expulsada de su hogar; Tamara busca refugio en casa de su amante (mujer dotada de fuerte personalidad, empresaria poseedora de un estimable poder económico); Tamara sufre el temor angustioso de llegar a perder a sus hijos si Xavier logra que la ley considere que su condición de lesbiana es un impedimento poderoso para que no le sea otorgada la custodia de estos.

Es en este, el clímax de la novela, cuando sale a relucir el que considero se constituye en el principal mérito de este Corazón en Bandolera: el manejo de los diálogos y los soliloquios que en considerable número se presentan a partir del fuerte “viraje de timón” que se opera en el cuerpo textual de esta “sacudidora” narración.

Amarga y agresiva es la confrontación verbal que sostienen Xavier y Tamara, cuando salta a escena “el fantasma del lesbianismo”. Con menor intensidad, pero siempre provistos de un verismo convincente, son los diálogos que interlocutan entre sí, personajes importantes de esta obra: Xavier y Pedro, Tamara y Yolanda, Tamara y Antonio, su hermano; entre otras conversaciones más dentro de las cuales tiene una importancia decisiva la que Xavier sostiene con Antonio, su cuñado y, por añadidura, su amigo entrañable, quien, con inteligencia persuasiva logrará doblegar el muro de resentimiento que cerca la mente agobiada de este, quien finalmente concederá, si no el perdón, si algo de indulgencia para que la madre de sus hijos pueda albergar la esperanza de que algún día volverá a reunirse con ellos.

Pero son los soliloquios o monólogos interiores de los personajes principales, los que revelan el agudo poder de observación que posee la voz narrativa para trazar con acierto los perfiles psíquicos de estos; siendo el perfil de Tamara el que acusa una mayor complejidad anímica, lo que se manifiesta a través de un monologar angustioso, cargado de miedos, arrepentimientos, dudas, culpas, todo lo cual no impedirá que desista de iniciar una nueva vida junto a su amada, dejando atrás la que edificó con el padre de sus hijos, el que se constituye en la victima mayor de esta novela, por su condición de marido humillado y ofendido, traicionado por aquella a quien ha amado desde siempre, y a la que no dejará de amar, ni aun después de haber descubierto su condición de lesbiana. Xavier Ricaurte es presencia inspiradora de uno de los apartados más conmovedores de Corazón en Bandolera: convertido en un hato de dolor y celos, su intimidad secreta lanzará expresiones de fuerte conmoción, como esta que dice: “¿cómo la abrazara esa mujer cuando se acurruque al dormir?”.

Historia de amores y desamores tejida por una narradora de solvente formación intelectual y de fecundo y firme pulso creativo, Corazón en Bandolera es un punto de encuentro de convergencias y divergencias ideológicas, éticas y estéticas; de fuertes sentimientos encontrados: una especie de dialéctica emotiva en la que se generan páginas de funcionales méritos discursivos.

Cierro mi somero comentario con la convicción de que Silvia Vera Viteri ha entrado con pie firme a la actual novelística ecuatoriana, lo que se ve de sobra confirmado por el peso que porta la “bandolera” de esta suscitante obra, el que no es otro que el de un corazón que palpita en el pecho de una auténtica narradora – poeta.

Sonia Manzano Vela

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