Es muy grato para El Ángel Editor presentar un libro en la colección Ópera Prima, una de las colecciones más queridas y cuidadas en nuestra familia editorial. Ópera Prima es una puerta, una ventana abierta hacia los autores jóvenes que deciden publicar su primera obra. En este caso, es Juan José Quesada, poeta ambateño, quien nos trae su obra «Presuciones encriptadas», una obra que no solo promete, sino que demuestra una lírica ya elaborada y consciente. Presentamos esta obra el 15 de julio de 2021, por el Facebook de El Ángel Editor.
Para acercarnos a la ópera prima de Juan José Quesada, el poeta Juan Suárez escribe unas palabras sobre su libro. Las compartimos en esta publicación.
La poesía de quesada: la llave de la invención
La poesía puede ser la llave que se gira en el picaporte de la memoria. Puede ser la herramienta que el poeta levanta, como bastón o como un par de anteojos, para buscar en los caminos del recuerdo. Puede ser una carta escrita desde el lugar de la ensoñación y la nostalgia. Pero también puede ser el barco, la humilde canoa que se deslizará, aguas arriba, dificultosa, hacia la posibilidad de lo nuevo, hacia el lago de la invención, hacia el misterio enorme de la profecía.
Juan José Quesada da sus primeros pasos en la poesía como si sus piernas, sus músculos líricos hubieran nacido caminando: avanza seguro y confiado, propone y cuestiona. Como todo poeta en algún momento de su carrera, Juan José emprende un viaje por sí mismo. Pero, contrario de lo que resultaría el camino más fácil, este viaje no conduce a respuestas, a interrogantes esclarecidas en pistas y huellas del pasado o a revelaciones que surgen de las aguas de un yo interior: este viaje conduce a más preguntas y, sobre todo, a misterios. Al deslumbrante misterio de la posibilidad.
¿Qué pudo haber sido de mí si acaso aquella tarde no escuchaba esa mala noticia o si mañana recibo aquella esperada llamada telefónica? ¿Qué puede ser de mí si mañana mi trabajo es el de un sepulturero? ¿Qué soy ahora que conduzco por la larga carretera y el sol cambia la forma de mis ojos? ¿En qué se convierte el mundo cuando una de sus cosas se transforma, cambia, muta? ¿Qué es un jardín si sus flores dejan de ser flores? Preguntas así son las que mueven, silenciosas, incómodas e inevitables, la poesía de Juan José Quesada. Sí, el poeta carga una mochila llena de recuerdos, pero también y sobre todo, de sus bolsillos se derraman las palabras como semillas de la pregunta y la posibilidad.
La poesía fresca y viva de Juan José Quesada busca rehacer las cosas y, con ellas, rehacer el espacio que les ha sido otorgado. Su lenguaje busca expresar lo que pudo ser, lo que podría ser y lo que puede ser. La metáfora representa, para el poeta, el cincel adecuado, preciso, con el que va a trazar nuevos surcos en las cosas, en los objetos, en las almas que poblarán su universo poético. Ningún detalle puede huir del poder transformador de la metáfora, incluso si el poeta así lo deseara. Hasta el más diminuto de los objetos tiene la posibilidad de ser una cosa nueva, un ente nuevo, un significante sobre le que se posan, como aves misteriosas, los nuevos significados que levantarán el mundo poético. Dice el poeta:
¿Qué significan las flores?
Una loca me obsequió una flor
y yo la ofrendé a una tumba olvidada.
Aquella rosa, la rosa que Borges talló en su poesía, la rosa que está en la palabra rosa, se llena de misterio en la poesía de Juan José Quesada. La humilde flor transita, ebria de significados, entre los pasadizos del amor, la locura y las habitaciones de la muerte. Es una rosa única del mundo posible que el poeta busca, cuestiona, pregunta. Es una, en palabras del poeta, Rosa Kamikaze.
El uso del lenguaje, increíblemente creativo y pulido, más aún si recordamos que se trata de un poeta que hoy nos presenta su primer libro, nos conduce hacia una posibilidad de asombro renovado: un lenguaje misterioso muchas veces, cerrado, críptico, oscuro; pero muy cuidadoso, nada casual, muy puntual y dispuesto a crear. Este lenguaje nos coloca frente al mundo «que pudo ser», al mundo imaginado, al mundo del misterio y de la posibilidad, un lugar donde habitan las rosas kamikazes, los besos paralíticos, codeándose junto al corazón pecera oscura de Miguel Hernández, a las manos de leche hirviendo de Huerta, al cielo púrpura de Machado.
Juan José confiesa: «este mundo lo encontré deshecho». Y pide: «Permítanme ser débil». El débil es aquel que no se queda a pelear en una realidad perdida. El débil es aquel que salta del barco y se agarra del madero náufrago, del barco humilde que es la poesía. Allí, en el bote que el poema empuja con sus remos, llega a agua calmas y nuevas. No se enfrenta a la tormenta del mundo, porque prefiere inventar su propia lluvia. Esa es la poesía de Quesada: prometedora, acertada, asombrosa y juvenil, juvenil en el sentido más bello y necesario de la palabra.
Es gratificante y asombroso, felizmente asombroso, encontrar un primer libro en el que el deseo de buscar, plantear y replantear se sobreponga al monstruo de la nostalgia, al dios de la memoria que suele regir nuestro poemas. Es una alegría encontrar un libro en el que vuelve a florecer la rosa y cada poema es una predicción, una pregunta, una intención de describir aquello que «pudo ser» y que, por qué no, está siendo en el poema.